17 setembre, 2020 / Bielorrusia no es la misma desde el pasado 9 de agosto, fecha en la que por enésima vez se repetía la manipulación burda de las elecciones presidenciales. El presidente prohibió la entrada de observadores internacionales a pesar de que el país es miembro de la OSCE. Nadie se esperaba lo que sucedió. En Bielorrusia, "la mal llamada oposición desde Occidente estamos ya siendo una mayoría. Y cada día somos más", dice Aleksandra Smirnova, bielorrusa que reside en Barcelona desde hace algunos años.
Ni el presidente Aleksander Lukashenko, que estaba acostumbrado a que su propia maquinaria le devolviera este 80 por ciento con el que le gustaba coronarse, se imaginaba que esta vez sería duramente contestado por la población. Esta vez todo ha sido diferente. Lukashenko ha reaccionado tarde.
Su respuesta ha sido pobre y no ha sorprendido a nadie. Su salida ha sido ir a buscar el apoyo de su amigo ruso Vladimir Putin. Pero con los días veremos como éste le contesta, porque el líder bielorruso ha fracasado en tener el control de la situación y ahora a Putin sólo le estorba.
La autoorganización de la gente empezó con el negacionismo de Lukashenko ante la pandemia. Desde la diáspora empezaron a organizarse recaudando 400.000 dólares para ayudar a la sanidad y cosiendo mascarillas para todos. Esta autoorganización continuó en vistas a las presidenciales de agosto. "Esta no es una revolución por un trozo de pan, sino para ganarse la libertad como pueblo que quiere dejar de ser esclavo de un dictador. Hemos crecido como diáspora y nos estamos organizando igual que lo hacen nuestros compañeros en Madrid", afirma Alena Turava, vicepresidenta de la Asociación RAZAM, bielorrusos de Catalunya (@ElenaDolgova18).
Según un instituto sociológico de Minsk, Lukashenko tenía un cómodo 42% de aceptación en 2009 y ya en 2014 las cifras habían cambiado mostrando un 54% de la gente en contra. Hace diez años Facebook ya había entrado en Bielorrusia. La gente empezaba a saber lo que pasaba pero desconocían su magnitud. Internet ha sido el detonante para convocar a la gente en la calle, básicamente Telegram. Lukashenho ha respondido como sabe, cortando Internet durante tres días, lo que le ha valido el descrédito internacional.
Siempre se ha visto a Bielorrusia como un aliado incondicional de Rusia que también se ha mostrado contraria a la OTAN. A Lukashenko se le llama el último dictador de Europa porque fue uno de los pocos que votó en contra de la disolución de la antigua URSS. El Kremlin ha ido subvencionando la economía bielorrusa para mantener el peso de la mentalidad soviética en el país que todavía existe, pero que cada vez crea menos controversia.
Elena Badyakina, antigua periodista que vive actualmente en la región rusa del Cáucaso Norte y que conoce bien al mandatario bielorruso, afirma que "Lukashenko fue el único líder de la antigua Unión Soviética que logró preservar los logros del sistema socialista. Hoy puede presentarse como un líder que trabaja para su pueblo". En opinión del politólogo catalán Victor López, "el objetivo de la gran mayoría en el país es: todos contra el dictador. Esto es lo que ha transformado a la antigua oposición en una gran mayoría que ha salido a la calle para responder frente a la brutalidad policial, detenciones y secuestros".
Tres mujeres, con Svetlana Tijanosvskaya, ahora exiliada en Lituania, a la cabeza "han sido símbolos que han unido a mucha gente que quiere únicamente la repetición de unas elecciones que fueron fraudulentas. Es el pueblo el que se ha levantado y el Gobierno está haciendo todo lo posible para que la gente no tenga ni símbolos, ni líderes", afirma, contundente, Aleksandra. "El pueblo bielorruso quiere defender su voto, cada voto, pacíficamente y en democracia", asegura Alena.
El gran reto a día de hoy es saber si la oposición a Lukashenko se pondrá de acuerdo en convocar nuevas elecciones y formar gobierno. La Unión Europea (UE) apoya a la ciudadanía bielorrusa en su reclamación de elecciones libres y transparentes, como ha puesto de manifiesto la presidenta de la Comisión Europea en el Debate sobre el Estado de la Unión que se ha celebrado en el Parlamento Europeo esta semana. Este es el reto democrático que nos viene del Este.